domingo, 3 de julho de 2016

TINA MODOTTI

«Tina Modotti: vida, revolución, fotografía
POR OLIVIA CAMP

El primer problema con Tina Modotti es que era mujer. El segundo, que fue comunista. La excepcional fotógrafa italiana tuvo, como todo el mundo, una vida privada y una ideología. Quizás una vida personal y una conciencia política más intensas que la mayoría de la gente, pero, a fin de cuentas, algo no exclusivo de unos pocos. Lo que importa, por tanto, sin desmerecer al resto de la persona, es la artista, en su contexto.

Cuando se habla de Tina Modotti se deja a un lado su calidad como artista, como si fuera un complemento, un accesorio, con el solo fin de hacer más atractiva a la mujer, a la femme fatale. Y hay un irremisible machismo en todos aquellos relatos sobre su vida en los que Tina es el resultado de una serie de influencias externas, la de sus amantes o la del partido comunista. Se la presenta como una mujer sin capacidad de decisión propia: cuando decidió aprender a fotografiar bajo la enseñanza del afamado fotógrafo Edward Weston, que acabaría siendo su pareja durante un tiempo; o bien cuando decidió dejar de fotografiar para ocupar su tiempo en las tareas militantes que la Internacional Comunista le asignó. Se puede estar de acuerdo o no con su ideología, se puede lamentar el sentido de sus decisiones, pueden gustar más o menos las fotografías de su primera etapa bajo la influencia de Weston, y reconocer el mérito artístico o no de las imágenes que captó en México de 1926 a 1930, bajo la inspiración de sus inquietudes vitales y artísticas en ese momento. Pero no se puede considerar, bajo ningún concepto, que fue un instrumento ciego, tan solo para salvar o condenar su labor como artista. Fueron sus decisiones. Fue su vida, libremente elegida. Puede que no guste, pero no puede mentirse sobre ella, más si cabe cuando ella nunca se retractó sobre nada de ello. 

Nadie cuestiona la integridad radicalmente personal, por ejemplo, de J.D. Salinger para dejar de publicar, considerando que factores externos pudieran menoscabar el acierto de su decisión. Nadie cuestiona, tampoco, la independencia de personalidad de Silvia Plath a la hora de atender a los motivos de su tristeza. Sin embargo, como en el caso de Tina, cuando se trata de una mujer que decide cuándo acabar su carrera artística, es porque depende de la opinión de terceros en demasía. Y cuando es una comunista o un artista de lo que fue el bloque socialista —cosa que también ocurre con los hombres, como en el caso de Mayakovski— quien cae en la tristeza o pasa una crisis anímica del tipo que sea, es por que su espíritu creativo se ve oprimido por las exigencias de la revolución. No es serio, ni cierto. En el socialismo, como en el capitalismo, la gente siente y padece por amor, por insatisfacciones personales de muchos tipos, por cosas que, en buena medida nada tienen que ver más que con la materialización cotidiana de sus deseos personales. Tina Modotti dejó la fotografía, muy posiblemente, por el dolor que le produjo la muerte de Juan Antonio Mella —el joven líder revolucionario cubano exiliado en México, que sería su gran amor—, y por el proceso de montaje policial que trató de culpabilizarla de su asesinato y que la obligó a exiliarse en Europa. Esta situación personal condicionó toda su existencia, en unos años en los que la lucha contra el fascismo y el compromiso político exigían todos los sacrificios. Una suma de factores hizo que Tina Modotti decidiera dedicar sus esfuerzos a cometidos que la obligaban a abandonar la fotografía, una forma de expresarse que llevaba años exigiéndole toda su atención —como ella misma reconocía en sus cartas a su maestro, luego amante y luego amigo Edward Weston— y que la obsesionaba en la búsqueda de un sentido y papel social que consideraba fundamental a explotar adecuadamente.

La primera fase de la obra de Tina Modotti, la que ocupa los años de aprendizaje y consolidación desde 1923 a 1926, se caracteriza por una fotografía que ha sido denominada “romántica”, protagonizada temáticamente por la fotografía de naturalezas muertas, objetos y flores. Es una fotografía sumamente esteticista, casi abstracta, sobre las cosas, sin atisbo de latido humano. Sin duda, muy influenciada por las enseñanzas de Weston. Tina cambia de estilo alrededor de 1926, cuando decide salir a la calle e introducir en el marco de su objetivo a las personas, como protagonistas, su movimiento y su quietud, los reflejos en su cuerpo del esfuerzo del trabajo, y los reflejos en el mundo del estado de su conciencia social. Es entonces cuando nace y luce la artista especial, aquella que consigue, a través de su mirada, transmitir y dar testimonio de la realidad de un lugar y un tiempo concretos bajo un enfoque distintivo y bello, artísticamente bello. 

Modotti fue una viajera inevitable, primero como joven emigrante italiana de una familia de obreros socialistas, luego como exiliada política, y finalmente como revolucionaria profesional. Era italiana de nacimiento, pero mexicana por convencimiento. Fue en México donde desarrolló la mayor parte de su carrera artística, aunque de su periplo del exilio y su estancia en Berlin en 1930, deja fotos sumamente sugestivas, como el evocador retrato de Vittorio Vidali en un barco, o algunas capturas urbanas del día a día en la gran ciudad alemana. Pero se hizo parte de la historia de México desde el momento que disparó su cámara a los rostros y las manos del pueblo mexicano, cuando fotografió a sus niños campesinos y a sus mujeres revolucionarias. Obró el milagro artístico de materializar un estado de ánimo, una atmósfera, una poderosa idea y el sinfín de sentimientos y emociones que construyen la mentalidad de un pueblo. Sus fotos de finales de los años 20 son uno de los tesoros imprescindibles que demostraron —y demuestran— el valor artístico y social de la fotografía.»

Fonte: Drug Store - Magazine Cultural

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